Enfermedades comunes que podemos contraer en las piscinas
Las piscinas son un refugio ideal para escapar de las altas temperaturas del verano. Disfrutamos de nuestro tiempo libre sumergiéndonos en ellas y olvidándonos del calor. Sin embargo, debes tener en cuenta las posibles enfermedades que podemos contraer al bañarnos, y así intentar prevenirlas.
Las afecciones más comunes que sufrimos al bañarnos en una piscina pueden ser causadas por gérmenes y sustancias químicas presentes en el agua.
Afecciones en piscinas
Diarrea. Es el trastorno más frecuente en este entorno. José Ignacio Peis, coordinador del grupo de trabajo de Actividades Preventivas y Salud Pública de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), distingue dos causas: Una es la ingestión de un volumen considerable de agua, común en los niños mientras juegan, que suele estar clorada y contener otros elementos como antialgas y virucidas, lo que produce una diarrea mecánica. Por otro lado, la diarrea también puede aparecer por ingerir agua mal clorada, que puede contener gérmenes de origen fecal y causar una diarrea infecciosa.
Otitis. La otitis externa, también llamada otitis de las piscinas, ocurre cuando el agua queda retenida en el conducto auditivo externo, ya sea por la forma del conducto (estrecho o inclinado) o por la presencia de cerumen o restos epiteliales. El ambiente húmedo del conducto favorece la proliferación de gérmenes. Estas otitis suelen ser bacterianas y, en un 20%, micóticas (infecciones provocadas por hongos). El picor y dolor en el oído que aumenta al presionar sobre la oreja, a veces incluso llegando a supurar, son los principales síntomas de la otitis.
Conjuntivitis. El cloro utilizado para la desinfección, así como la exposición prolongada al sol, pueden provocar conjuntivitis u otras irritaciones oculares si se abren los ojos bajo el agua. Otro motivo de la conjuntivitis en piscinas puede ser una infección viral, llamada adenovirus, que afecta a los ojos causando picor y enrojecimiento.
Irritaciones respiratorias. Estas irritaciones suelen deberse a la formación de cloraminas, que al evaporarse, provocan irritación de las mucosas respiratorias, nasales u oculares. Son más frecuentes en spas e hidromasajes. La infección por la bacteria legionella puede producir neumonía en pacientes inmunocompetentes y, con mayor probabilidad, en pacientes de riesgo mayores de 50 años, fumadores o con enfermedades respiratorias crónicas previas.
Dermatitis. La probabilidad de padecer dermatitis aumenta si el baño se prolonga demasiado. Jurado indica que puede manifestarse en forma de ronchas o habones muy pruriginosos (que causan picor), erupciones generalizadas o lesiones ampollosas a nivel de los folículos. Estas suelen ser reacciones cutáneas que se curan por sí solas, sin necesidad de tratamiento.
Pie de atleta. Es una infección por hongos que se alojan en el suelo y afectan a la planta del pie. Provoca que la piel se ablande e inflame, además de formar grietas dolorosas que requieren tratamiento.
¿Cómo prevenir las afecciones?
Bañarse con la boca cerrada para evitar tragar agua y proteger los ojos para prevenir afecciones como la conjuntivitis. Si se sumerge la cabeza constantemente, es aconsejable usar gafas de buceo.
Evitar entrar al agua si se tiene conjuntivitis, ya que existe el riesgo de contaminar el entorno. Para quienes usan lentillas, se recomienda aplicar lágrimas artificiales después del baño y protegerse con gafas de sol la mayor parte del tiempo.
Ducharse bien después del baño (y antes por higiene) para eliminar el agua de la piscina de la piel, lo cual ayudará a prevenir reacciones cutáneas.
Las personas propensas a sufrir otitis no deben sumergir la cabeza bajo el agua. Al salir de la piscina, inclinar la cabeza y sacudirla suavemente para expulsar cualquier líquido retenido, secándola con una toalla. No es recomendable usar tapones de forma prolongada, a menos que existan anomalías previas o se practique natación regularmente; en esos casos, los más recomendables son los de silicona o cera.
Asegurarse de que el agua de la piscina tenga niveles adecuados de cloro y bromo, y que el pH esté equilibrado. Además, es necesario revisar y mantener los filtros periódicamente.